Feminización del trabajo
Jornada laboral remunerada de mujeres y hombres
En el promedio urbano regional, las horas trabajadas por hombres y mujeres presentan una diferencia de cerca de siete horas semanales. Las mayores brechas entre la jornada remunerada femenina y la masculina son las que existen en Argentina, Costa Rica y Perú, países en los que difieren cerca de 10 horas, mientras que el valor mínimo se registra en El Salvador, país en el que la brecha de género es de solo una hora.
Aunque en prácticamente todas las categorías ocupacionales las horas en el trabajo remunerado de las mujeres exhiben valores inferiores, los países muestran sistemáticamente que las mayores brechas afectan a las mujeres dedicadas al trabajo por cuenta propia, cuya jornada laboral asciende en promedio a 35 horas semanales, mientras que la masculina es de 45 horas. Es importante señalar que el segmento de la población ocupada que percibe ingresos más bajos es justamente el de los trabajadores por cuenta propia y, entre éstos, las mujeres.
Por otra parte, entre mujeres y hombres empleadores se constata una menor diferencia; ellos trabajan 51 horas en promedio y las mujeres, 48.
El hecho de que no se formulen preguntas relativas al tiempo dedicado a las labores domésticas y de cuidado no permite poner en evidencia que las horas de trabajo de las mujeres se extienden mucho más allá de su jornada laboral y que, por ende, es justamente la necesidad de compatibilizar las responsabilidades familiares con las laborales la que determina que las horas de trabajo de las ocupadas presenten valores inferiores a las masculinas.
Tipos de trabajo de hombres y mujeres
Las mujeres empleadoras son el grupo menos representado en todas las categorías de ocupación en la región.
La distribución de los trabajadores por categoría de ocupación muestra que la mayor proporción de estos corresponde a los asalariados, entre los cuales la presencia masculina es mayor que la femenina; siguen luego los trabajadores por cuenta propia, con casi un 26% de mujeres ocupadas y un 24% de hombres. En tercer lugar viene el servicio doméstico, con aproximadamente un 13% del total de las ocupadas; en este caso, los varones prácticamente no alcanzan a un 1%. En orden de magnitud, en el tercer lugar se ubican los varones en la categoría de empleadores, en la que superan en cuatro puntos porcentuales a la proporción femenina; la frecuencia de mujeres empleadoras es tan baja en los países de América Latina que ocupan el último lugar en las categorías de ocupadas.
Además, como se ha mencionado anteriormente, entre los trabajadores familiares no remunerados la presencia femenina es mayor que la masculina.
¿Cuánto ganan los hombres y las mujeres?
Las mujeres que trabajan en forma independiente son las más desfavorecidas en términos de ingresos respecto de sus pares varones.
Para el total de los trabajadores remunerados, la relación entre el ingreso de las mujeres y el de los hombres ha mostrado durante el periodo 1990-2002 un aumento lento, pero sistemático: por cada año transcurrido, el ingreso de las mujeres se ha incrementado en 0,3 puntos porcentuales con respecto al correspondiente ingreso masculino.
La disminución de la brecha de ingresos ha sido más dinámica entre los empleadores. Así lo demuestra el hecho de que en 1990 las mujeres empleadoras percibían el equivalente a un 64% del ingreso de los hombres, valor que en el 2002 llegó a poco más del 75%.
Jornada laboral remunerada de mujeres y hombres
La jornada laboral remunerada de las mujeres es inferior a la de los hombres, debido principalmente al tiempo que demandan las responsabilidades familiares. Las horas de trabajo en el hogar aún no se miden, lo que invisibiliza la doble jornada de las mujeres.
La relación entre ingresos de mujeres y hombres aparece como más equitativa entre los asalariados del sector público, en el que las mujeres ganan el equivalente al 80% de los varones; sin embargo, también aquí se observa un estancamiento, ya que desde 1997 este valor permanece constante.
Las mujeres que trabajan en forma independiente son las más desfavorecidas en términos de ingresos respecto de sus pares varones.
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